Cuando leí el “Manifiesto del Tasador Autónomo” publicado por AETH, tuve la sensación de que, por fin, alguien había puesto por escrito todo aquello que tantos profesionales venimos soportando en silencio. Cada punto del documento resume una realidad que se ha normalizado en el sector: tarifas que no cubren los costes, encargos sin precio previo, comisiones que nadie explica, plazos imposibles, desplazamientos no pagados y un modelo de relación que, en demasiadas ocasiones, empuja al tasador a ser un falso autónomo.
Durante años hemos aceptado condiciones que ninguna otra profesión técnica toleraría. Hemos trabajado fines de semana, asumido urgencias constantes, absorbido gastos que no nos corresponden y renunciado a rechazar encargos por miedo a represalias. Todo ello mientras se nos pedía más flexibilidad, más rapidez y más carga de trabajo, pero sin una actualización real de los honorarios. Y lo más sorprendente es que este deterioro ha ocurrido a pesar de que el sector depende directamente de nuestra labor: sin tasador, simplemente no hay valoración ni hipoteca.
El manifiesto pone el foco en algo que muchos intentaban ignorar: esta situación no es sostenible. Las tarifas congeladas durante décadas, los precios pactados sin transparencia, los desvíos de comisiones y la presión constante para asumir tareas ajenas a la valoración han llevado al colectivo a un límite. La calidad del trabajo —y la viabilidad de la profesión— están en riesgo cuando se exige cada vez más pero se paga cada vez menos.
Por eso la iniciativa de AETH no es un gesto más. Es un punto de inflexión. Reclama tarifas acordes a los costes reales, plazos razonables, pagos garantizados, desplazamientos retribuidos y, sobre todo, el reconocimiento de que el tasador es un profesional independiente cuyo trabajo debe valorarse y respetarse. También rechaza la dinámica de “trabajar por la voluntad”, los encargos sin precio previo y la idea de que la disponibilidad 24/7 es parte natural del oficio.
Este manifiesto nos recuerda algo que necesitábamos escuchar: no es normal trabajar a pérdidas, no es normal aceptar chantajes encubiertos y no es normal que quien genera valor en el proceso hipotecario sea el último en ser escuchado.
La profesión ha llegado a un punto en el que solo cabe avanzar con dignidad. Y para eso es necesario que todo el sector —sociedades de tasación, entidades financieras, reguladores y profesionales— asuma que sin condiciones justas no puede haber un servicio técnico de calidad.
AETH ha dado el primer paso, y muchos de nosotros lo hemos recibido como un impulso para reconectar con aquello que nos llevó a este trabajo: la responsabilidad, la técnica y la independencia.
Quizá este sea el momento de cambiar el rumbo.
Sin tasación no hay hipoteca.
Por tarifas justas, el 15 de diciembre paramos.

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